
Como un beso loco que quema los labios, como un dardo envenenado del niño alado, como un puñal que descuartiza las entrañas. Como el primer pecado que despierta de la inocencia, como la venda que cae de los ojos, como el delirio que sigue al impulso. Como la mancha que tiñe el lienzo, como el asfalto que quiebra el bosque, como la sombra que ahoga el destello. Así tu llegada quebró el orden, dejando para siempre la cicatriz de un surco estéril en recuerdo de la brecha que hirió el corazón puro.