
Ya no queda nada. Se desplomaron las paredes que nos acogían; se debilitaron los brazos que nos envolvían; se hundió el suelo que nos sostenía; desfallecieron los besos que nos alimentaban; se desmoronó el techo que nos protegía; se marchó el cariño que nos unía. Ya no queda nada. O casi nada: ladrillos caídos, recuerdo de caricias, baldosas rotas, el sabor de los besos, puntales carcomidos y el eco imborrable de tu voz mientras te amaba.