
Orgullosa y presumida, la buganvilla extiende bajo el alero su despliegue de coloridos pétalos con la intención de alcanzar las ramas más atrevidas del jazmín que, perezoso, esconde su aroma en los brotes aún dormidos y finge que no ha visto llegar la primavera. Yo creo que se quieren aunque él se entretenga en la celosía y ella llame con sus colores a los insaciables insectos; por eso todas las mañanas le alimento y guío esperando lleguen a abrazarse antes de que termine el verano. Sin embargo, por las noches y en silencio, lloro el desperdicio de esas flores amarillentas que nunca miran donde deben.