
Refrescaba al salir de casa y te volviste para coger un pañuelo. Caminamos. Charlamos. Caminamos. Nos miramos a los ojos. Nos sentamos sobre una isla de hierba en un claro del bosque y, sin dejar de mirarnos a los ojos, juguetearon las manos. Un golpe de viento se llevó entonces tu pañuelo pero ya no tenías frío.