
El día que calcé mis primeras zapatillas de deporte acudí al colegio casi volando. Hasta entonces sólo había llevado zapatones ortopédicos que me anclaban al suelo separándome del resto de niños que saltaban. Quizá por eso nunca terminé de unirme al grupo a pesar de que aquel primer día todos me rodearon fascinados con mis deportivas nuevas. No faltó el listo que las criticó por que les faltaba nosequé dibujo en el estampado que, por lo visto, resultaba imprescindible para ser admitido en el grupo de los elegidos. Al principio me ofendí, sí, pero al poco me di cuenta de que, aun sin ese dibujo, yo volaba gracias a mis zapatillas nuevas y que, bien pensado, no se estaba nada mal solo.