
Prefiero el día a la noche. Madrugar aunque no tenga nada que hacer y permanecer inmóvil durante horas esperando que pase alguien: un turista, un vecino… cualquiera. Si no, tampoco me importa, vivo bien en soledad y no me meto con nadie. Salvo que me provoquen, claro, entonces, que se preparen. Y mientras, aquí me quedo, tranquila, sin hacer ruido, camuflada.