
“Quiero ver a qué sabe tu olvido” me dije recordando la canción de José Alfredo. Y volví a beber sin lograr olvidarte. La playa no estaba desierta pero me traía el recuerdo del mar bañando tu piel al compás de la melodía de los payos, y yo allí, cantando con mi guitarra para ti. Pero, claro, ahora no estabas tú ni yo tocaba la guitarra sino unas jubiladas alemanas escuchando música pachanguera así que volví a recordar boleros y le pedí al mozo que me sirviera en la copa rota. Me miró con mala cara y llenó mi vaso de plástico con cerveza templada; está claro que no se puede ser poeta en un chiringuito. “Don Nadie en el papel de Don Nadie” me dijo Manolo apareciéndose ante mi como un espíritu santo. Vade retro, le dije y sí que se fue pero regresaron los boleros aunque esta vez con la intención de conjurar para que te largaras porque, al fin y al cabo, recapacité, pasarán más de mil años, muchos más, pero allá, tal como aquí, en la boca llevarás sabor a mí.