
Un rápido vistazo a la casa vacía tras regresar del entierro y bajaron las persianas. Quedaron sin luz el televisor de tubo frente al que pasó sus últimas horas y el sofá que le acompañaba. Los platos del último almuerzo y las sábanas aún tibias ennegrecieron por la oscuridad. El aire se estancó. Cuando cerraron la puerta, las paredes exhalaron un último aliento y la casa comenzó su agonía.