
A veces todavía nos queremos. Se deslizan besos en las llegadas o despedidas, le descubro alguna mirada complaciente o recuerdo su piel al tender los calzoncillos. Otras veces nos odiamos. Sus zapatillas siempre en medio me irritan y él no soporta mis cambios de humor. Esos días la casa se llena de humedad como cuando tiendo las sábanas y, a pesar del olor a limpio, los huesos y el ánimo se resienten con el remojo y necesito abrir de par en par las ventanas para que el aire limpio se lleve el moho y los resquemores.