
Pues no me importa. Yo tampoco le ajunto. Y ahora juego yo solo. Cuando me vea se va a morir de envidia y seguro que viene a pedirme las paces pero no me da la gana. ¡Qué se fastidie! Para él todos los cromos, ya no los quiero. Pero yo no me quedo sin jugar; aunque sea solo y él que haga lo que quiera. Bueno, si viene antes de que cuente diez, a lo mejor le perdono. Total, no ha sido para tanto. Venga, cuento treinta; la verdad es que empecé yo la riña. A lo mejor viene antes de que empiece el baile. Todavía tengo en el bolsillo el dinero que me dio mi madre. Creo que le voy a pedir que hagamos las paces porque ¿Para qué quiero jugar yo solo?