Hace años hubiera suplicado que te quedaras. Puede incluso que me pusiera de rodillas, te persiguiera por las esquinas o llenara tu teléfono de mensajes pidiendo que volvieras. Hoy no. He aprendido la brevedad del tiempo feliz, la caducidad de la belleza y que todo lo que nace comienza su camino hacia la muerte. Por eso no lloraré aunque entristezca, sólo reviviré la dicha pasada para sonreír y aguardaré, mientras contemplo caer los pétalos marchitos, que afloren brotes nuevos para decorar mis días.
Marchito
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