
No pude evitar el dolor pero hacía tiempo que se veía venir. Quizá nunca agarraron lo suficiente las raíces que lo sustentaban y por eso, cuanto más intentaba crecer, más débil se volvía. Cualquier mínimo contratiempo lo agitaba y los intentos por mantenerlo en pie sólo dañaban más mi menguado ánimo. No pude evitar el dolor, áspero como si le arrancara las entrañas a la tierra pero no me arrepiento. Cuando dejé las llaves en la mesita de la entrada salí por la puerta sin volver la mirada.