
Primero con la vista: de arriba abajo pero sin prisa, disfrutando con cada porción e imaginando el tacto en la lengua. Después con las yemas de los dedos y cerrando los ojos para sentir mejor como tu calor va pasando a mi cuerpo como por ósmosis. Sin abrir los ojos, acercar mi enorme nariz para llenarla de ese aroma que emanas, me enloquece y distrae de todo lo demás. Y cuando el apetito me pida a gritos que te devore, esperar unos segundos más para escuchar el pálpito de tu corazón, tu respiración entrecortada, tus gemidos y entonces, sólo entonces, comenzar a comerte… devorarte.