
Después de levantarme salgo a dar un paseo. Hago un poco de compra y me tomo un café con churros en el bar de la esquina. Allí me llaman por mi nombre. Al principio no me gustaba que le pusieran “señora” delante pero ya me he acostumbrado y hasta me hace gracia. Nunca tengo ganas de cocinar para mí sola pero me obligo y después me traspongo un rato en el sofá. Cuando me espabilo me pongo a coser aunque no sé para qué: ya tienen bufandas todos los nietos y a mi nuera no le gustan las puntillas para las toallas aunque lo disimule. Creo que voy a empezar un jersey para el pequeño.