
Los raros días que luce el sol le gusta entretenerse leyendo en el quicio de la puerta. Lo malo es cuando confunde a los personajes de los papeles con sus conocidos. Nos vuelve a todos tarumba. Pero te ríes. No te queda otro remedio. O te echas a llorar y no te mueves de la cama. Pero no es plan, claro. Mucho menos ahora me toca trabajar el doble; porque tienes que estar todo el día pendiente de ella. Pero ¿qué le vas a hacer? Aunque lo peor es cuando pienso en su madre y su abuela… y me veo ahí sentada, aprovechando los raros días de sol.