
Cuando te vi subir al tren arrastrando la maleta aun no sabía que te echaría de menos. Pero al volver a casa y abrir la puerta encontré a la noche instalada, los relojes dormidos y el silencio gritando. Ni siquiera llegué al salón: me di media vuelta y me senté a contar las hojas perdidas de un árbol ralo mientras esperaba tu regreso.