
No sé bien donde clasificarte. A pesar de que compartimos algunos momentos buenos, solo las noches de acidez de estómago acudes a mis sueños. Amanecido, tu imagen se borra y la resaca de la pesadilla me regala retortijones y sabor amargo. Tan absurdo sería el arrepentimiento como negar que disfruté pero cuando acude el recuerdo de aquellas cenas en las que agotábamos el vino, no acompaña el aroma de tu piel sino dolor y penas.