
No me di cuenta hasta la mañana siguiente. A pesar del dolor de cabeza y el recuerdo amargo del paladar, mientras peleaba con las sábanas que me atrapaban junto al colchón comencé a recordar. Algunas noches no caben en una jarra de cerveza, por eso necesitamos dos, o tres o… perdí la cuenta y los billetes de la cartera pero no los amigos que me trajeron a casa. Antes habíamos rodado por las praderas y nos confesamos y saltamos y reímos y corrimos y lloramos. Me parece que incluso jugamos a las cartas sobre el césped de un parque; o quizá fueran dados, de eso no me acuerdo bien. Sí recuerdo que en algún momento de la noche nos abrazamos y alguien nos hizo una foto que aunque nunca llegue a ver he guardado en la memoria. Así, cuando en los años venideros el día amanezca gris, sacaré de la cartera del recuerdo esa imagen y volveré a brindar y reír como en aquella noche.