
Busqué en el armario mi mejor camisa y procuré que hiciera juego con el pantalón nuevo. Lustré los zapatos y me perfumé. Por una vez no quise apurar y salí de casa con tiempo sobrado para llegar tranquilo y puntual. En el punto de encuentro, acompañé a la parada del autobús durante los primeros cinco minutos. Los cinco siguientes acorralé a un árbol y los cinco posteriores dibujé espirales crecientes con mis pasos. Me arrellané en un banco cinco minutos después y volví a caminar otros cinco minutos más. La tarde se marchó pero yo seguí esperando aunque de sobra sabía que hoy no vendrías.