
Nuestro Tratado de Amistad Eterna no incluía besos. Lo firmamos una noche de confesiones entre copas de cerveza mientras el deseo se diluía con el llanto de una trompeta. En Nuestro Tratado de Amistad Eterna acordamos quitarnos las penas con destilados abrazos fraternales. Lo cumplimos y acudimos desde la distancia cada vez que nos requerimos. Pero a veces de su boca no salen palabras sino mariposas que revolotean dudosas unos segundos antes de posarse en mis labios. Entonces diluimos el deseo en otra copa de cerveza y regresamos a casa, separados, para dormir sin deshacer la cama .