
A las gotas, como a mí, les mandaron hacer todos los días el mismo trabajo: despertar, viajar apretujadas con sus semejantes en un tubo para llegar al lugar donde tienen que competir con sus compañeras y demostrar lo que valen. La mayoría cumplen correctamente con su cometido pero algunos espíritus libres se salen del trayecto marcado o se dejan llevar por el viento para salpicar donde les plazca y escaparse así del círculo vicioso.