
La taberna del barrio no es El Gijón ni Jesús -Aisa en su pueblo- escribe novelas; vivencias le sobrarían para ello, como a Paco, el electricista, que retrasa todas las noches el encuentro con la realidad de su casa. Por su buen aspecto, dudo que Antonio viva de frecuentar los bares aunque, de oficio desconocido, siempre le encuentro en uno, charlando con Luis, el jardinero, que remata las jornadas apurando cervezas y debatiendo sobre la vida con Jesús, Paco, Antonio o el propio tabernero, ausente del otro lado del océano que pone vinos y empanadas a las personalidades del barrio, filósofos de barra aunque no sepan de letras ni este bar sea El Gijón.