
La rosa me mira altiva, como por encima del tallo. Además la he visto cuchicheando entre espinas con los lirios. Las margaritas me han dicho que me tiene envidia, que está acostumbrada a ser la más admirada del jardín y no soporta que yo eche flores. Pero lo que creo es que, en el fondo, está triste: sabe que cuando muera olvidarán su belleza y dejará de ser útil; mientras, mis semillas darán de comer a los hijos de los poetas.