
Aquella noche salimos a pasear. Las luces de los hoteles y el bullicio de las discotecas dejaron hueco al brillo de tu mirada y las palabras. Nos perdimos en la playa. Creí estar dentro de una canción porque nos tumbamos sobre la arena y me enseñaste a amar. No tomamos fotos, claro, pero recuerdo aquel lugar como si lo viera a diario en la pared del pasillo: como los colores que se van con el tiempo, tu imagen desaparece por momentos y queda sólo el rastro de tu cuerpo húmedo y el aroma de tu pelo.