Las palomas no saben lo que pienso pero les importa poco. Sólo les preocupa encontrar su ración diaria de pan duro. Por eso, en cuanto me acerco al banco de costumbre acuden alborotadas como si festejaran mi llegada. Mi nieto tampoco sabe lo que pienso y a veces creo que no le importa demasiado. Le gusta venir conmigo al parque y alimentar a las palomas porque así se siente importante para alguien y, de paso, no tiene que aguantar las broncas de sus padres. También yo ignoro lo que pasa por las cabezas de las palomas y de mi nieto pero me gusta pasear con él y alimentar a los pájaros mientras observo a mis pensamientos revolotear como si tuvieran algo que festejar.
Anuncios