
Mientras el viento agitaba los últimos pétalos del almendro sólo podía pensar en las sábanas deslizándose sobre tu piel. Aquella primavera también se adelantó y los besos apresurados alegraron el final de un invierno tan frío que al asomarnos a la ventana y ver los árboles cubiertos de blanco pensamos que era nieve. Corriste a la cama en busca de calor y al hacerte hueco ondeó la tela dibujando una corola sobre tus piernas como pistilos. Ante aquel gineceo me embriagué y hoy, mientras el viento agitaba los últimos pétalos del almendro, sólo podía pensar en las sábanas deslizándose sobre tu piel.