Moisés salió a pasear y vio una zarza ardiendo. Entre la columna de humo se le aparecieron unos hombres desarrapados. Se le vino a la cabeza un pasaje bíblico pero sabía que en el siglo veintiuno el Espíritu Santo no visita los suburbios. Alarmado, rebuscó entre los bolsillos el teléfono móvil. Los hombres lo miraron y Moisés se paralizó. Ellos se dieron la vuelta y siguieron alimentando las llamas con cables robados.
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