
Todos los locos comemos solos. Solos caminamos contando baldosas y olfateando nubes. Hablamos solos o con nuestros gatos, pues casi todos los locos tenemos gatos. A veces discutimos con nosotros mismos pero luego nos reconciliamos contándoselo a un cuaderno. Muchas veces los locos sonreimos sin motivo o lloramos cuando muere un gorrión. Sin embargo, cuando a través de una pupila transparente encontramos un corazón abierto, olvidamos la soledad y regalamos al viento semillas de alegría, historias y canciones.