
Don Desiderio era un tipo serio, muy serio. Notario de profesión, decía que no podía permitirse sonreír nunca porque era la suya una profesión realmente seria. Por eso, a la puerta de su despacho, rezaba un sobrio cartel: “Notaría” que sus empleados, conocedores de la excesiva seriedad de su jefe siempre leían como “no te rías”. A pesar de sus muchos años de disgustos, Mercedes, por el contrario, siempre lucía una hermosa sonrisa tras el mostrador de su comercio. Los clientes acudían al establecimiento para proveerse de botones y de humor para el resto del día. Si se le habían terminado los cordones o los motivos para reír, buscaba en el fondo del cajón y siempre aparecía un sucedáneo o alguna ocurrencia graciosa. Por eso, los vecinos del barrio rebautizaron el establecimiento como “Merce reía pá’ que te rías”.