
Una tarde de verano, un abuelo guipuzcoano le propuso a su nieto salir a pescar. El niño, tras hacerse el remolón un rato y cansado de jugar con la vídeo consola, aceptó. Mientras el adulto le explicaba al joven como colocar el anzuelo, un turista madrileño pasó por allí cargado con su cámara y captó la escena. Meses después, esa imagen resultó seleccionada para una exposición y el abuelo apareció con sus nietos en una pared de Granada. Entre los muchos espectadores que contemplaron las instantáneas mostradas, una turista japonesa se emocionó con la toma costumbrista y la escogió entre otras para llevársela con ella a su país de origen. Los pescadores guipuzcoanos, sin imaginárselo, volaron entonces a Japón donde hoy es posible que descansen sobre un escritorio o duerman para siempre en un vertedero nipón.