Podíamos hacer música con las baldosas que se movían en el suelo; en sofás rescatados de la basura descansábamos mirando un viejo televisor en blanco y negro prestado que reposaba sobre un estante hecho con tablas de aglomerado y cuerdas. Viajábamos en autobuses hasta el mar y nos besábamos bajo un paraguas. Éramos felices. Después vino el coche, el piso, las prisas… se marcharon los besos.
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