
La colcha que cubría la cama había estado de moda años atrás y el color neutro de las paredes camuflaba la suciedad. Ni esos detalles ni las láminas de supermercado que pretendían adornar la estancia nos importaban. En realidad apenas nos dimos cuenta porque después de muchos meses de deseo reprimido aquel cuarto alquilado por horas nos pareció un palacio. La ropa rodó por el suelo de terrazo y nosotros por el colchón de espuma durante más tiempo del contratado. En un descanso nos tomamos la molestia de enjuagar el apetito contenido en la ropa interior y la colgamos para que se airearse. Mientras se secaba seguimos recuperando los días perdidos.