
Debo concentrarme en la parte y no en el todo. Sí, mejor no pensarlo; no imaginar las piezas del puzzle colocadas correctamente cada una en su sitio. Si me abstraigo puede que hasta me guste. Si cierro los ojos… si respiro el aroma… si consigo dar un bocado y paladear… quizá así, ciego, pueda disfrutar de cada mordisco, como de la vida, sin pararme a pensar demasiado de donde viene y como terminará.