
Escuchábamos la respiración del mar mientras buscábamos piedras en la orilla. No existe la perfección, me dijo al ver que volvía a tirar todas las que tomaba. Lo sé, le contesté sin levantar la mirada del suelo. Ella cargó los bolsillos de piedras imperfectas y se marchó. Yo seguí buscando mientras escuchaba la respiración del mar.