Me costó tanto alcanzar la cumbre que quise disfrutar del momento pero mi compañero de ruta, siempre preocupado por “llegar”, me increpó para que iniciásemos el descenso. Sin ganas de discutir decidí seguirle pero, con su afán de meta, se lanzó a un ritmo frenético. Aunque lo intenté, me resultó imposible igualar su marcha y le encontré esperando al final del valle. Le pregunté por los paisajes del camino pero me confesó que sólo había visto árboles difuminados y empezó planear la siguiente excursión. Conmigo no cuentes, le contesté. A la próxima ruta iré solo. No tengo prisa por llegar; la próxima vez disfrutaré del camino.
Sin prisa
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