Nada había cambiado. Las calles, las piedras, el aroma. Nada había cambiado… ¿o quizá sí? El colorido de los escaparates, algún edificio nuevo, la edad de los paseantes. Tantos años… es normal. Y ahora, tan igual y tan diferente. Tan mía, tan ajena. El mismo decorado, los mismos personajes, diferentes actores: “no te había reconocido…”, “…tanto tiempo…”, “…nosotros, bien, gracias”.
Bien, gracias
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