
Érase una vez un lugar donde los gallos cantaban al amanecer y los pijamas largos resultaban necesarios para resguardarse del frío. Una mañana de primavera pasó por allí pasó un niño de ciudad y se extrañó por la ausencia de despertadores y aparatos de calefacción. Preguntó a los mayores por la causa y éstos se encogieron de hombros. Cuando el niño llegó a su casa de ciudad cerró los ojos intentando escuchar a los pájaros cantar en la fresca mañana pero un pitido electrónico le devolvió a la realidad.