En el tendal cuelga, húmeda aún, la ropa que ayer mismo te quité mientras ignorábamos las incompatibilidades y te veo marchar. Ya sé que tú detestabas mi inocencia y yo el humo de tu cigarrillo; que mi falta de ambición se enfrentaba a diario con tus fantasías; que cuando buscabas billetes hacia marte yo leía la letra pequeña. Pero esta noche, cuando recoja la ropa, recordaré la piel que llenaba el algodón vacío y seguiré sin entender por qué te fuiste.
Incompatibilidad
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