
Ven mansamente, aérea como ala
o aroma derramado de luar,
en el ardiente rojo de una brasa
en la ceniza blanda del mirar.
Ven en un baile alado y serpentino
salpicado de estrellas y espejismos,
en el susurro del viento entre las ramas,
en la fuerza perezosa del felino.
Ven, secreto embrujo de otro mundo,
del que trajiste el espejo en que me veo,
sumerjámonos los dos hasta el fondo,
roto ya el silencio por el deseo.
José Saramago