
Aún no sé por qué me fui. Sonaba “Shoud I stay or should I go” y ella bailaba sola entre la multitud. Entonces tomé la decisión aunque no encontrase motivos. El volúmen de la música dificultaba la conversación y aún así escuché sus latidos; la luz tenue dificultaba la visibilidad y aún así sorprendí a sus pupilas. Pero me fui con el eco aún reciente del último compás de los Clash. Con el beso de despedida colocó en mi mejilla una gota de decepción que yo correspondí con otras de disculpa. Quizá debiera haber resuelto la eterna duda de la canción uniéndome a su baile y remedando a las parejas que se enredaban en los rincones oscuros. Pero me fui y nació este blues.