
El puerto es el centro de la vida. Por mar y tierra, barcos y almas llegan a este lugar donde hasta las piedras huelen a océano. Los hombres faenan, los ancianos recuerdan, los niños corren y las mujeres venden y compran. A la espalda de este circo sólo hay silencio pero dentro de unas horas, las ventanas de los estrechos callejones que miran al muelle impregnarán la sombra con lo mejor de la lonja pasado por la parrilla.