
Su danza fue de aquellas que hay que premiar con un trofeo. (…) Y en la sonrisa de su piel que era una guía de perplejos creí ver claro mi papel: galán maduro en un sainete. Pero aún así les dije adiós a mis artrósicos complejos, y ella a sus velos: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete. Y cuando el séptimo cayó alucinaron los espejos, tembló el misterio y se lanzó mi corazón hecho un cohete. (…) Rendido le dije “ojalá después me digas: ahora vete”.
Texto: Salomé de Javier Krahe.