
Lejos de las recomendaciones de las guías turísticas, la vida pasa por las calles sin asfaltar de la ciudad. Templos milenarios o construcciones farónicas del siglo XX poco importan cuando las preocupaciones diarias difieren de completar un circuito programado y los visitantes cotilla se convierten en la principal atracción para romper la monotonía de la jornada.