
Antes de que pudiese darme cuenta, me habían rodeado. Un ejército de alelados esbirros flanqueaba el fornido tronco del matón del barrio que sin abrir la boca me inquiría amenazante. Mi enclenque esqueleto repetía que no intentara defenderme y mis piernas susurraban que no aguantarían una huída. Ante ese panorama decidí poner en funcionamiento la cabeza. Mirando desafiante a los ojos del jefe, me elevé de puntillas para situarme a su altura y de improviso golpeé con mi frente su mollera. Los sicarios, perplejos, no supieron reaccionar a tiempo y pude escapar entre los huecos que dejó su incertidumbre.
Esta foto me ha atrapado no como un ejército sino como unos brazos inmensos queriendo cogerte o perdiendote entre ellos. Los gigantes tambien esisten protegiendonos de todo lo que esta fuera.
me han encantado las fotos, pero creo que lo que mas me ha gustado es que tubieras un comentario para cada una de ellas.
Un saludo.
Muchas gracias iLidia. Me alegro que te guste mi trabajo.