
De tanto mirar al cielo sus ojos imitaron el azul, también su pelo le robó la luz al sol. De las suaves colinas tomó la redondez para sus pechos y para las piernas el deseo de los ríos por llegar al mar, que se convirtieron en deltas de agua salada al llegar al valle de su vientre.
Todo la tierra guardaba en su cuerpo, por eso supe que la amaría sólo con verla.