
Me hubiese gustado conocer la costa española antes del boom turístico de los sesenta: inmensas playas vírgenes rodeadas de huertos o pinares y pequeños chambaos donde degustar el auténtico pescado recién pescado o las sabrosas paellas de los payeses. Aquellas playas hoy parecen un sueño pero basta cruzar el estrecho de Gibraltar y circular por las carreteras del norte de África para encontrar lo que debimos ser no hace tanto tiempo.