
Dejé pasar la primera tarde del año paseando junto al lago. El sol sin fuerza se escondía tras chopos y antenas mientras en mi cabeza se mezclaban la resaca de la noche anterior con los planes para los meses venideros cuando me distrajo el gorjeo de miles de pájaros; la silueta de sus cuerpos buscando acomodo sobre el agua pintaba una mancha negra en la superficie plateada. De pronto emprendieron vuelo y se llenó de vida el atardecer dormido. El aleteo de sus cuerpos plateados salpicó de blanco el bosque de la ribera y así, en un instante quedó plasmado el cuadro de mis pensamientos: blanco sobre negro, negro sobre blanco.