
Sólo el eco de sus gritos se escucha en el Puerto del Molin cuando el mar se enfada. Dirige sus olas crecidas hacia El Cabo y deja caer en la ensenada festones encrespados que agitan a las pequeñas embarcaciones, nerviosas y asustadas por el estruendo. Mientras, las llamparas se esconden en los ojos de las rocas que lloran con espuma salada la ira marina.