
Las paredes tapizadas absorbían el eco de los pasos pero el sonido del órgano se colaba por los desiertos corredores del teatro como un aroma. Busqué el origen de aquellos acordes. Sobre el escenario de bambalinas rojas sus manos se deleitaban acariciando las teclas para un auditorio de butacas vacías. No quise molestarla y me di la vuelta pero aquel poema sinfónico me acompañó hasta la puerta de salida.